martes, 1 de septiembre de 2009

Una de tantas...


Sólo queda una hora. Mi último día de servicio, jubilación anticipada, yo no la pedí, prescripción médica, un problema cardiaco, angina de pecho según dicen. Debo hacerme a la idea de que tengo que despedirme de mi placa, de ella y de los treinta y tantos años de protección, servicio, lágrimas, sangre, terror y triunfo que representa. Pienso en la serena sonrisa de Ayleen y en los entrecots que habrá comprado en la carnicería hoy y pienso en el cabo que he dejado suelto, en algún lugar una niña estará indefensa en las manos de un baboso sin escrúpulos. El Infierno es vivir día a día sin saber la razón de tu existencia. Lo encontré. Le quité el arma. Las dos. Irá al infierno, pero le parecerá el cielo comparado con lo que le voy a hacer. Muere.
Hace un calor infernal, una asquerosa habitación, de un asqueroso barrio, de una asquerosa ciudad, contemplo a una diosa, me dice que me desea, no perderé ni un segundo mas preguntándome cómo he podido tener tanta suerte. Huele como deben oler los ángeles, la mujer perfecta, una diosa, Goldie dice que se llama Goldie. La sigo hasta la terraza. Se estremece con el viento como la última hoja de un árbol que se muere. Dejo que oiga mis pasos. Se queda rígida un instante.

- ¿Quieres un cigarrillo?
- Claro. Gracias. ¿Te aburren tanto como a mi?
- No he venido a divertirme. He venido por ti. Llevo días observándote. Eres muy deseable. No es tu rostro, ni tu físico, ni tu voz. Son tus ojos, las cosas que veo en tus ojos.
- ¿Y que ves en mis ojos?
- Una serenidad salvaje. No quieres huir, afrontarás lo que tienes que afrontar, pero no quieres hacerlo sola.
- No. No quiero hacerlo yo sola.

El viento se eleva electrizante. Ella es dulce y cálida, casi etérea. Su perfume es una dulce promesa que hace aparecer lágrimas en mis ojos. Le digo que no se preocupe, que la salvaré de todo cuando la asuste, y que la llevaré muy lejos. Le digo que la quiero. El silenciador hace del disparo un susurro, y la abrazo fuerte hasta que se desvanece. Ya nunca sabré de que huía. Cobraré el cheque por la mañana.

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