lunes, 21 de julio de 2008


Una sirena ensordece la lluvia que salpica mis pies desnudos, obligando a mi mirada a perderse entre los árboles que ocultan el paseo. En un minuto, de nuevo silencio; tan sólo me acompaña el tenue repiqueo de la lluvia sin fuerza que apenas rebota en la barandilla donde mis brazos soportan mi peso y vuelvo a estar a solas contigo. ¿Lo notas? Mis dedos se han perdido entre tu pelo, enredándose entre hilos de seda, simulando caricias que no me atrevo a darte. ¿Me oyes? Es mi voz acariciando tu oído, tímido susurro que te cuenta lo guapa que estás hoy, como si no pudieras oírme así, bajito.

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